SER MAESTRO: ¿PROFESIÓN DE ALTO RIESGO?

 

Son muchas las manifestaciones que he recibido hoy con ocasión del día del maestro en Colombia. Algunas incluso se constituyen en una demostración de afecto, lo que me llena de emoción y me motiva sin duda alguna a continuar con esta tarea que hiciera parte de mi visión personal desde el momento en que asumí la academia como forma de vida.

Sin embargo y como producto de mi formación social, no me es posible pasar por esta fecha sin indagar por el alcance de la misma, de tal modo que pueda ubicarla en un contexto, que trascienda más allá del tradicional  evento de consumo a que se encuentran reducidas todas estas conmemoraciones y celebraciones en la sociedad.

Hablar del maestro, es hablar de lo que explica su existencia en la sociedad, es decir, la educación. Y pensar la educación es a su vez, hacer referencia quizás  a una de las actividades más importantes para el ser humano,  pues hace parte de su cotidianeidad desde el momento en que nace e incluso antes (hoy se habla de aprendizaje desde el vientre materno), hasta el momento en que muere. Soy  un convencido que siempre se está en proceso de aprendizaje así nuestra actitud aparezca un poco pasiva después de aquella etapa de la vida denominada tercera edad.

Históricamente habría que pensar la educación como un proceso inicialmente ligado a la lucha por la subsistencia en las comunidades primitivas en las que desde el seno de la familia se impartían las instrucciones básicas para que el individuo se prepara para sobrevivir como miembro de aquellas hordas primitivas.

Posteriormente y en la medida que las sociedades fueron evolucionando, aparecen actividades educativas más especializadas que demandan como tal saberes específicos, como lo es caso del antiguo Egipto en donde además de la religión se desarrollaron principios de escritura, ciencias,  matemáticas y arquitectura, en donde la ya la figura del maestro entra a jugar un papel protagónico.

La educación ha jugado un papel preponderante en el devenir histórico, y es así como en nuestras latitudes se reconocen los aportes de las culturas árabe, griega y  romana, las cuales han acompañado el progreso de la humanidad, ligadas generalmente  las elites religiosas, políticas e intelectuales a las cuáles surgen asociadas las primeras universidades en el siglo XI.

No obstante y a pesar de que los primeros esfuerzos educativos datan de 5000 años antes de Cristo, solo hasta el siglo XIX, aparecen los primeros   sistemas nacionales  escolarizados en Inglaterra, Francia, Alemania y otros países europeos.

En Colombia la educación tiene dos momentos. Un primer momento antes del descubrimiento de América, en el que la educación aparece ligada a temas religiosos, políticos y las actividades prácticas de caza, pesca y recolección de las tribus indígenas que la habitaban; y un segundo momento a partir del descubrimiento y la conquista española en la que la educación estuvo afincada inicialmente en la enseñanza del idioma español y la religión católica.

Hecha esta breve reseña histórica, retomo entonces el motivo de este escrito que  no es otro que el pensar esta efeméride del maestro desde la perspectiva de riesgo que ha entrañado el  ejercicio de esta profesión a lo largo de la humanidad. Y es que al parecer, al igual que otras remembranzas como la del día de la madre, de la mujer o del trabajo, esta también aparece asociada a momentos de lucha, dolor y sacrificio.

Se me ocurre sugerir como arquetipo a Sócrates, el gran filósofo Griego. De cuyo ejemplo y enseñanzas, dieron origen a las escuelas Cínicas, a las Cirenaica, la Estoica y la de su discípulo más famoso, Platón. Sócrates fue acusado y condenado a muerte por negar a los dioses reconocidos por el estado e introducir nuevas divinidades, y en segundo lugar de corromper a los jóvenes.

Otro caso emblemático, es del astrónomo, filósofo, matemático y poeta italiano Giordano Bruno, quien además fuera profesor de gramática y cosmogonía. Giordano fue acusado de herejía por la inquisición y condenado a morir en la hoguera.

Un episodio sobrecogedor es recordado en el día del maestro en México, que también como en Colombia se celebra el 15 de mayo, fue el acaecido durante la llamada guerra Cristera en ese país y que se dio entre los años de 1926 a 1929. Durante la confrontación en la que el clero se opuso a la educación laica y en general, muchos maestros fueron perseguidos por los cristeros (milicias de laicos, presbíteros y religiosos católicos).

 Se recuerda en esa fecha por orden  gubernamental el asesinato de 10 profesores, entre ellos, de la profesora María Rodríguez Murillo, muerta en 1935. Cuyo asesinato aparece de la siguiente manera:

“la madrugada del 26 de octubre de 1935, los cristeros le advirtieron a la maestra que se fuera del pueblo; como no lo hizo, la violaron, la golpearon, la amarraron con una soga de los pies y la arrastraron de galope a caballo por el camino terregoso que lleva a la salida de Huiscolco, le cortaron los senos y los colgaron en arbustos localizados en la orilla del camino. Uno a la izquierda, otro a la derecha, como ejemplo para que los demás maestros rurales desistieran de impartir educación socialista (véase David L Raby, educación  y la revolución social en México, 1921 a 1940, SEP, México, 1974, p. 137; Salvador Frausto Crotte, “Maestra María R. Murillo. Víctima de fanatismo y rencor religioso”. 

La señorita Murillo fue acusada de ser comunista y de apoyar el reparto de tierras. A la mañana siguiente del sangriento asesinato, el cura del lugar, dijo misa y absolvió a los asesinos.

En Colombia, el día del maestro, se encuentra asociado a la proclamación que hiciera la iglesia de San Juan Bautista de La Salle, como patrono de los educadores el 15 de mayo de 1950. Ese mismo año el presidente conservador Mariano Ospina Pérez escoge esa misma fecha para celebrar el día del maestro.

Desafortunadamente en nuestro país, la labor del docente ha seguido la misma suerte de los mártires de México durante la guerra cristera. En el período de tiempo de agosto 25 de 2018, se informaba que en Colombia, habían sido asesinados desde 1980 hasta el pasado 31 de julio de ese año  1.088  maestros, de acuerdo con la Federación Colombiana de Educadores (Fecode), lo que equivale a decir que  cada 12 días era asesinado un maestro en Colombia.  En ese mismo período se habían reportado 1.549 situaciones de desplazamiento forzado de maestros, según la Escuela Nacional Sindical.

Otro episodio luctuoso, se vivió en Colombia el 25 de agosto de 1987. Ese día fueron  asesinados tres profesores de la Universidad de Antioquia. En la mañana  de ese día fue asesinado Luis Felipe Vélez y en la tarde cuando asistían a su velorio fueron asesinados Leonardo Betancur Taborda y Héctor Abad Gómez, presidente en ese momento del Comité de Derechos Humanos de Antioquia y   padre de escritor Héctor Abad Faciolince autor de libro “El olvido que seremos”, dedicado a su memoria. Hector Abad Gomez, fue remplazado por el jurista  Carlos Gaviria Diaz, quien debió abandonar el país debido a las amenazas.

Por esa época se había desatado una ola de terror y  persecución contra los docentes de la Universidad de Antioquia. A la muerte de estos tres profesores se suma la de los profesores Carlos López Bedoya, Darío Garrido, Pedro Luis Valencia (profesor y senador de la Unión Patriótica). Otros dos presidentes del Comité de Derechos humanos son asesinados. Los abogados Luis Fernando Vélez y Jesús María Valle Jaramillo, crimen este último por el cual el Estado fue condenado a  pagar 1700 millones de pesos a sus familiares, al aceptar su responsabilidad por omisión.

Para completar este panorama, en Colombia se viene hablando de legislar contra lo que se denomina “el adoctrinamiento” en la educación pública. Efectivamente desde el año anterior el Senador Álvaro Uribe Vélez, abrió la polémica al proponer, educación privada gratuita por que según él, en la educación pública “se refugia el adoctrinamiento de  ideas que los estudiantes no son capaces de entender, especialmente, aquellas que van en contravía del sistema político y judicial colombiano”. Esta circunstancia se constituye sin duda alguna en una clara satanización de la educación pública, colocando en el ojo del huracán de violencia a quienes ejercen la labor de docentes en Colombia, pues se trata de una calificación en abstracto que abarca a todo aquel que labore en el sector educativo público, cobrando validez la pregunta que inspiro este escrito: ser maestro en Colombia, una profesión de alto riesgo?


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