EL ELOGIO DE LA DIFICULTAD DE VIVIR EN COLOMBIA
Uno de los grandes pensadores de Colombia, ha sido sin duda alguna Estanislao Zuleta, sus escritos a parte de gozar de una gran profundidad, tienen también la característica de su perdurabilidad, a pesar del cambio de los tiempos.
Uno de esos textos cuya lectura
podría decirse que es casi obligatoria es el ensayo titulado “El elogio de la
dificultad”, con el cual recibiera el Doctorado Honoris Causa que le otorgara
la universidad del Valle el 21 de
noviembre de 1980. Se trata de un
escrito que tiene 40 años de haberse dado a la luz pública y que al leerlo hoy,
no puede uno menos que remitirse a la
Colombia actual.
Es un escrito que sin duda alguna
da cuenta del alcance de las reflexiones de Estanislao Zuleta, las cuales
sobrepasaban el marco de lo local para ir allende de la geografía nacional, y colocarse a la altura de pensamientos que se
enmarcan del humanismo, de tal modo que su lectura es aplicable en el contexto en que se quiera ubicar.
Y es que las categorías de
pensamiento que se proponen en “Elogio
de la dificultad”, son categorías comunes y aplicables a todo el género humano.
Esto puede apreciarse, desde el primer párrafo, en donde se pone en juego un concepto que sin duda
alguna subyace a cualquier persona: la felicidad.
La felicidad, ese sentimiento tan
próximo a cada ser humano dice Zuleta se
torna en un problema porque cuando la imaginamos, se pone de relieve “la
potencia y la pobreza de la imaginación”, pues siempre la concebimos asociada a
experiencias placenteras y carentes de dificultad o como él mismo lo dice “metas afortunadamente inalcanzables, paraísos
afortunadamente inexistentes”.
Ahora bien dice Zuleta que tal
ideario de felicidad, sería algo intrascendente, sino fuera que el mismo se
constituye en nuestro programa de vida, con el que afrontamos el reto de nuestra existencia y
con el que asumimos la responsabilidad
de relacionarnos en sociedad y por lo tanto en el eje de nuestros deseos. Y es
aquí, en lo que deseamos, donde según
Zuleta, se presenta un problema, porque “deseamos mal”, no sabemos desear; pues
en lugar de desear una relación humana que convoque a sostenerla por medio de
un trabajo diario, se desea un relación que garantice seguridad; en vez de
desear una filosofía que confronte nuestro pensar se desean dogmas que tengan
todo resuelto y que por tanto estén libres de la incertidumbre que genera el
cuestionar las certezas a las que nos aferramos.
Esta dinámica, de preferir lo
fácil, frente a lo que entrañe dificultad como modelo de felicidad, se expresa en lo social y en lo individual y
conlleva al riesgo de la idealización, es decir tiende a convertirse en el
modelo de conducta a seguir. Y también se expresa en nuestra relación con los
demás cuando estos se manifiestan de manera contraria a lo que considero mi
ideal de felicidad, de tal modo que frente a las contradicciones con los demás,
en lugar de optar el camino difícil del dialogo y la argumentación para
resolverlas, hecho mano de la violencia intimidatoria o de eliminación incluso.
Es decir, en palabras de Zuleta,
se cae en una actitud paranoide, en un grado máximo de idealización, todo la
realidad sucumbe ante la idea que tengo
al respecto de lo que es estar bien. Solo es posible estar bien de la manera
como lo concibo y no existe otra manera de concebirlo de tal modo que quien
piense distinto será sometido a un juicio sumario desde “mi razón” sin ningún
tipo de oportunidad para la defensa.
Se llega así a lo que se denomina “la no reciprocidad lógica”, según
la cual el sujeto en sus relaciones con los demás, aplica una dinámica muy
particular que consiste en evaluar las actitudes de los demás a la luz de un planteamiento simplista y
reductor. Lo que le pasa al otro es su culpa, lo que me pasa a mí, es producto
de las circunstancias.
Esto es precisamente lo que está sucediendo en Colombia hoy; en todos los
terrenos de la relaciones, en lo afectivo, en lo religioso, en lo político y hasta
en temas tan triviales como los gusto musicales o de moda, se hace presente
esta forma de mirar al otro, se pone en juego esa esa dinámica de “no reciprocidad lógica”,
esa forma idealizada, casi paranoica de asumir al otro. De allí que no resulta
raro que una pareja enfurecida decida matar al otro miembro, porque éste no quiere estar más bajo su “tutela”
amorosa; o rompa mi relación con el vecino porque cambio de religión.
Pero donde más evidente se está
viendo esto es en la política. Circunstancia, que no es nueva, pues de todos es
conocido el tránsito violento que han tenido las diferencias en esta
materia entre los colombianos. Baste
recordar que desde los albores de nuestra república ya se habían dado las
primeras escaramuzas a la hora de concebir la organización del estado entre
federalistas y centralistas, disputa que aterrizó finalmente en el enfrentamiento
entre liberales y conservadores durante la primera mitad del siglo XX.
Durante todas estas vicisitudes,
ha sido evidente el planteamiento zuletiano de “la no reciprocidad lógica” que
lleva a mirar al contrario como alguien a eliminar en el caso que no se avenga
a mi forma de pensar y de ver el mundo. ¿Consecuencia de ello? Millares y millares
de muertos y desplazados por la violencia.
Superada esta violenta forma de
vivir la política por medio del muy conocido acuerdo de alternancia
bipartidista que rigiera los destinos de nuestro país durante los años
1958-1974, emergieron nuevas formas de
pensar lo social y lo político conectados con el avance de la humanidad en estos temas. Para nadie es un
secreto que a partir de la revolución Rusa, la historia sociopolítica de la
humanidad no es la misma. Este hecho histórico ha permitido cuestionar seriamente
que la única posibilidad de vivir en sociedad sea a la manera capitalista.
Muchos países a partir de ese momento han intentado nuevas
maneras de vivir en sociedad desde el punto de vista económico y político; después de Rusia, el bloque soviético, China,
Cuba y otra serie de países como
Venezuela, hasta el día de hoy intentan nuevas formas de gobierno. Formas que
van desde querer cambiar el modelo capitalista por completo o reformarlo de tal
modo que se minimicen los problemas de desigualdad, pobreza e inequidad que se
generan a su interior.
Colombia no ha sido ajena a estos sucesos, desde mediados del
siglo XX, han ido emergiendo voces reclamando una transformación desde lo
social; siendo las más conocida de ellas,
la de Jorge Eliecer Gaitán y después de él han sido muchísimos quienes se han
unido al ejemplo de este líder para reclamar desde diferente partidos (aun
desde los mismos liberales) un cambio para la sociedad. Los últimos 50 años ha
sido sin duda alguna un laboratorio en los que se han puesto en escena toda una
gama de posiciones y pensamientos en
torno a cual debe ser la mejor manera en que los colombianos podremos afrontar
nuestro futuro como nación.
Pero desafortunadamente, como nunca antes en la historia de
Colombia, se ha hecho evidente el diagnóstico que Estanislao Zuleta hace en “Elogio
de la Dificultad”, de lo que pasa en lo social cuando se instauran formas de
pensar que se consideran únicas e inamovibles y para las cuales al parecer la
historia de la humanidad se detuvo en 1760 cuando irrumpe en el mundo
capitalista y en 1789 cuando emerge la figura del estado moderno occidental.
Es así como en Colombia se instaurado una línea de
pensamiento que al margen de lo sucedido en casi todo el mundo, no reconoce los
avances de la humanidad en materia de pensamiento político y se opone de manera
férrea, haciendo gala de esa actitud paranoide, a cualquier posibilidad de
pensamiento diferente en lo social, satanizando cualquier idea que sea
diferente, macartizándola y rotulándola, bajo calificativos que permitan su exclusión o
eliminación.
Desde esta óptica la expresión “el que no está conmigo está contra mí”, ha
tomado una dinámica tal, que la eliminación física del opositor ha sido la vía
utilizada y casi que formalizada para zanjar la diferencias de pensamiento en
materia política y social; asistiendo al
aniquilamiento de muchos líderes como el caso de Héctor Abad Gómez o Jesús María
Valle (cuyo único pecado fue pensar diferente, a pesar de hacer parte de los
partidos tradicionales); y de organizaciones políticas enteras como el caso de la Unión Patriótica.
Es aquí donde esa dinámica de “la no reciprocidad lógica”, se
vuelve pertinente para explicar lo que acontece en Colombia, pues el otro es
reducido a una esencialidad, independientemente de quien sea, en que movimiento
político milite o que rol juegue. No importa si es maestro, profesor
universitario, sindicalista o líder comunitario o social, todos están
condenados a ser señalados con dedo acusador que los tilda de “guerrillero”, “de izquierda”, “comunista”, “castrochavista”. Y este solo
señalamiento basta para que se hagan acreedores a la pena de muerte en muchísimos casos o al “ostracismo” social en
todos los demás.
Y esta dinámica, que como se dijo ha venido demarcando la
historia de los últimos 70 años en Colombia, se hace muchísimo más evidente a
partir de las elecciones presidenciales del 2018 y se encuentra reactivada de
manera macabra durante de los últimos dos años, en los que la muerte de líderes
sociales, de desmovilizados de la guerrilla y las masacres de jóvenes, emergen
como un claro ejemplo de esa paranoia colectiva que en que vive nuestra
sociedad. Se suma a esto la exacerbación que ha tenido la situación social en
las últimas semanas en la que han sido
protagonista las actuaciones fuera de parámetros de control y legalidad por
parte de miembros de la policía nacional en lo que pareciera ser una política
institucionalizada de esa “no reciprocidad lógica” en la que el otro es
reducido a la condición enemigo por lo tanto merecedor de la pena de muerte.
Estos hechos comprueban una vez más que en Colombia
realmente pareciera imposible como lo dice Zuleta en su escrito, asumir el reto de una sociedad sea capaz de enfrentar
esa dificultad que implica aceptar al
otro en su diferencia y construir con él a partir de la misma. Para lograr
esto, habría que emular su escrito y aprender a elogiar la dificultad.
Autor: Cesar Celis. Septiembre 24 de 2018
Pensar diferente al statu quo y sobre todo actuar, en la búsqueda de una nueva forma de gobernar, ha sido en Colombia un "derecho" con pena de muerte.
ResponderBorrarPienso que Zuleta toca el tema de la no reciprocidad lógica, es un tema demasiado trascendental en nuestro país es muchos aspectos como políticos , amorosos o diferentes preferencias, dónde esto lleva a la gente a pensar que lo que lo que otra persona haga es culpa de ella y solo la afectará a ella o quienes tienen su mundo pensamiento y que mientras no me afecte a mi o los míos está bien, y si sucede a mi es producto de las circunstancias pero que nadie me puede juzgar y esto sería un pensamiento simplista y reductor . Y claro esto no quiere decir que todos debemos pensar iguales por qué esa es la esencia del ser humana ser diferente pero lo que si está mal es que a la hora de tener esa diferencia salgan conducta humanas como que quitarle la vida al otro solo por tener una forma diferente de pensar.
ResponderBorrarEl análisis sobre el ensayo "El elogio de la dificultad" de Estanislao Zuleta y su aplicación a la situación actual de Colombia es profundo y perspicaz. Es evidente que Zuleta tenía una comprensión aguda de las dinámicas sociales y políticas, y su reflexión sobre la importancia de enfrentar las dificultades y aceptar la diversidad sigue siendo relevante en la actualidad. La idea de la "no reciprocidad lógica" que mencionas es especialmente impactante, ya que ilustra cómo las personas pueden caer en patrones de pensamiento simplistas y excluyentes, lo que puede llevar a conflictos y violencia. En resume, el ananálisis destaca la importancia de reflexionar sobre las ideas de Zuleta y aplicarlas para construir una sociedad más inclusiva y tolerante.
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