LA TRAMPA DE LA PAZ
(A propósito de los 30 años del asesinato de Carlos Pizarro, el 26 de abril de 1990)
Colombia ha sido un país caracterizado por la violencia que
ha enfrentado a generaciones de habitantes en confrontaciones fratricidas durante
los 210 años de vida como país
independiente.
Y es que desde las guerras entre “Centralistas y Federalistas” que datan de
1812 a 1815, pasando por las “Guerras de los Supremos” de 1839 a 1841, la
“Guerra de los Mil Días” de 1899 a 1902
y finalmente la “Violencia” de 1930 a 1958, que diera pie al último gran
conflicto armado que aún no culmina, la dinámica ha sido la del enfrentamiento
entre connacionales aupados por ideologías que la gran mayoría de ellos ni
siquiera entiende y en aras de las cuales
han ofrendado por millares sus vidas.
Pero así como se ha hecho apología de la guerra, también ha
estado presente a lo largo de toda esa historia de cruentos enfrentamientos
un anhelo profundo de paz, de
convivencia civilizada que permita sacar adelante y sin armas de por medio, los
objetivos comunes que siempre han acompañado el ideario de un país justo y equitativo en el que quepamos los colombianos.
Por eso, en medio de fragor de la guerra, algunos gobernantes han optado por la paz como salida al conflicto; a cuyo llamado han acudido en su
debido momento quienes se encuentran alzados contra el poder oficial. Pero paradójicamente
quienes han acudido a esta vía, dejando las armas y extendiendo la mano para
firmar la paz han terminado asesinados en una dinámica que bien podría llevar a
pensar que la paz ha sido para ellos una trampa mortal. Efectivamente, mirada a nuestra historia reciente pareciera
mostrar la existencia de una dinámica que busca asesinar a todos aquellos que
están detrás de la firma de un acuerdo de paz.
La reseña de quienes han caído después de firmar acuerdo de
paz con el Estado, empieza con Guadalupe Salcedo, el legendario comandante de
las guerrillas del llano, de origen liberal y que recogían parte el viejo enfrentamiento partidista
entre liberales y conservadores (trapo rojo vs trapo azul), azuzado esta vez
por el magnicidio cometido en la persona
de Jorge Eliecer Gaitán el 9 de abril de 1948. Es durante el gobierno del
general Gustavo Rojas Pinilla, que se ofrece una amnistía a estos grupos
armados mediante el decreto 2062 de 1954, la cual es aceptada por Guadalupe
Salcedo, para posteriormente ser asesinado el 6 de junio de 1957 durante un
operativo policial en la cuidad de
Bogotá.
Siguiendo la línea del tiempo a este tipo de acontecimientos,
nos encontramos ya dentro del proceso de enfrentamiento entre las guerrillas
izquierdistas, con otros momentos en que
la paz ha sido una de las alternativas
por las partes para resolver el conflicto. Es así como en 1984 llega a la
presidencia de la república, Belisario Betancur, enarbolando la bandera la paz
con el símbolo representativo de una paloma que llevaba en su pico una rama de
olivo. Varios grupos guerrilleros de la época entre ellos el Ejército Popular
de Liberación (EPL) y M-19 acogen la propuesta de tregua propuesta por Betancur y aceptan hacer parte un una Comisión
Ejecutiva de Dialogo Nacional, de la cual entra a hacer parte Oscar William
Calvo, uno de los máximos dirigentes del Partido Comunista de Colombia (M.L),
quien es asesinado el 20 de noviembre de
1985 en Bogotá. Igual suerte correría Ernesto Rojas, máximo comandante del EPL
quien muere el 15 de febrero de 1987 en un retén militar.
Tras la ruptura de la tregua pactada con Belisario Betancur y
el retorno a las actividades bélicas nuevamente aparece en la agenda
presidencial el tema de paz, esta vez de la mano de Virgilio Barco con quien el
M-19 firma los Acuerdos de Paz, el 9 de marzo de 1990 en cabeza de su máximo comandante,
Carlos Pizarro León Gómez, quien es asesinado un mes medio después ya como
candidato a la presidencia el 26 de abril de 1990. Ese mismo año, el 22 de
marzo había sido asesinado el también candidato presidencial Bernardo Jaramillo
Ossa, miembro de Unión Patriótica (UP), partido político que había nacido de
los diálogos de Paz entre Belisario Betancur y las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia (FARC).
Y se llega por esta
senda de paz y muerte a la época actual. El 24 de noviembre de 2016 se firma el
Acuerdo de Paz con la FARC en el teatro de Colon de Bogotá. Este acuerdo que
ponía fin al conflicto con la guerrilla más antigua y numerosa de América Latina, estuvo precedido de varios
años de arduos y polémicos diálogos que culminaron con la firma del referido
acuerdo. Y siguiendo esa lógica fatalista que ha sucedido a los acuerdos de paz
al mes de abril de 2020, según datos de la revista SEMANA, ya se cuentan 198
muertos entre los excombatientes de las FARC.
Es así entonces, como al dar una mirada retrospectiva al tema
de la paz en Colombia, se deja entrever
una desafortunada coincidencia entre firma de los acuerdos y la muerte de
quienes concurren a los mismos; de tal modo que podría concluirse, lo que se
planteara al comienzo de este escrito, en el sentido de que al
rotular el acuerdo de paz, pareciera que también estuvieran firmando su sentencia de muerte.
Para hablar de paz, es necesario hacer mención de la guerra, y es que somos nacionales de un territorio que se concibió en ella, ha tenido sus cambios positivos o negativos gracias a la misma, agregando la violencia de la guerra que ha actuado como voz, rebelión o muestra de una grave herida en el tejido social de nuestra nación.
ResponderBorrarSin embargo, la guerra también ha sido un negocio situado en un panorama poco consolador de producción, transporte y venta de drogas, muertes, extorsiones, secuestros, desapariciones, magnicidios, actos terroristas y muchas otras barbaries que van en contra de la dignidad humana y el desarrollo positivo y tranquilo de un país.
La pregunta es, ¿quién está tras la muerte de los firmantes de paz?
Podrían existir muchos involucrados, desde los mayores productores de armas e insumos para la guerra, hasta las disidencias de la misma organización delincuencial, pasando por el estado y las fuerzas militares.
Llamarlo como la trampa de La Paz puede ser lógico, pero a su vez apresurado, puesto que se podría tomar como un comentario generalizado y precoz al concepto de La Paz.
Samantha Munera Cataño
ResponderBorrarHoy yo digo con certeza que Colombia no sabe que es la paz, todos queremos paz pero nunca nadie se sienta a pensar que es esa paz porque queremos siempre condicionarla, ponerle y quitarle pero con acciones que no la representan con eso podría referenciar a las opiniones de muchos de nosotros frente a los acuerdos de paz conocidos que como no tenemos claro ese concepto siempre los veremos como una balanza que favorece al que no tiene que.
Una gran razón de que en Colombia no sepamos que es la paz es la educación misma, porque nos enseñan de ella como un término más no como un ideal de construcción colectiva donde hay que ceder de ambas partes, no nos enseñan para vivir en un país con tanta carencia de valores.
Maria Camila Vanegas Hernández
ResponderBorrarEl texto ofrece una mirada profunda sobre la complejidad de la situación en Colombia, donde los esfuerzos por la paz se ven empañados por la persistencia de la violencia. Desde el asesinato del candidato presidencial Bernardo Jaramillo Ossa en 1990, miembro de Unión Patriótica, hasta la firma del Acuerdo de Paz con las FARC en 2016, se revela un patrón de esperanza y desilusión. A pesar de los años de arduos diálogos y la culminación con la firma del acuerdo, la realidad nos muestra que la paz es frágil y no es fácil llegar a ella.
En conclusión, el texto nos invita a reflexionar sobre la complejidad del proceso de paz y la necesidad urgente de abordar las causas profundas del conflicto para evitar que la historia se repita. Es un recordatorio de que la paz no es solo la ausencia de guerra, sino un compromiso continuo con la justicia, la equidad y el respeto por los derechos del pueblo colombiano.
Samuel Rios Monsalve
ResponderBorrarEs impactante ver cómo a lo largo de la historia de Colombia, el camino hacia la paz ha estado marcado por la tragedia y la violencia. Pareciera que aquellos que buscan la reconciliación y la convivencia pacífica son blanco de ataques mortales, creando un ciclo trágico que se repite una y otra vez. La lucha por la paz en Colombia es una batalla no solo contra las armas, sino también contra la intolerancia y la falta de voluntad para superar las diferencias ideológicas.
Valeria Restrepo pino
ResponderBorrarEl texto nos da a conocer la realidad que vive colombia y su gran problemática de la violencia, es impactante ver cómo la violencia contra los líderes que buscan la paz ha persistido durante muchos años y conflictos, se destaca la necesidad de seguir con la búsqueda de la paz teniendo un compromiso continuo para construir un futuro más pacifico para nuestra sociedad generando un mejor ambiente para nuestros jóvenes.
El texto nos expone una cruda y dura realidad sobre lo que ha sido la guerra a través de los tiempos, pues nos expone varios puntos de vista de las distintas etapas que han pasado los pueblos y sus ciudadanos y así nos presentan la supuesta “paz” que se ha buscado en nuestro territorio desde estos tiempos.
ResponderBorrarEs aquí donde nos hace reflexionar sobre, ¿ para qué prometen La Paz ? Aquí ya tenemos la primera respuesta, prometen La Paz porque es lo que el pueblo quiere escuchar, es lo que se anhela y desea desde hace tanto tiempo y es así como consiguen sus votos y se burlan de los ciudadanos una y otra vez.
Se burlan de nosotros al nunca terminar cumpliendo lo que prometen, y es así como una vez más nuestros queridos dirigentes juegan otra vez con nuestros sentimientos y anhelos. La esperanza cada vez se pierde en lograr un país sin violencia, ser un país libre de los peligros que se han normalizado a lo largo de los años y es aquí donde todos nos cuestionamos si algún día tendremos la libertad tan anhelada.
VALERIA RAMÍREZ RINCON